Los hechos son habitualmente
tercos, y son lo suficientemente tercos especialmente cuando se trata de recordarnos
que hemos hecho algo mal.
Recientemente publicábamos
una alegoría sobre una zona natural costera de un país imaginario. Ahora vemos sobre
el terreno, delante de casa, eso mismo que describíamos y denunciábamos.
Los promotores del
camino Talaia, proyecto turístico de nueva creación, y construcción, que pretende
duplicar los caminos existentes en la costa de Gipuzkoa bajo la excusa de unir por
una vía pedestre Higer y Saturraran —algo completamente innecesario, puesto que
YA existe un recorrido practicable para el recorrido GR121—, publicaron antes de
su aprobación un mapa con el recorrido que proyectaban que, en lo que hace al biotopo
protegido de Deba-Zumaia, preveía masificar las visitas al borde del cantil.
De nada ha servido
retirar los folletos impresos precipitadamente de los puntos de información turística; internet funciona
a un ritmo endiablado y el mal ya está hecho.
El pasado domingo,
día 5 de mayo, cientos de personas recorrían la zona por el mismo borde del cantil,
en una zona donde NO HABÍA camino ni sendero, provistos muchos de GPS, en una salida
a todas luces organizada. No es de extrañar, ya que los promotores del camino no
han retirado la señalización que precipitadamente instalaron en el monte desviando
a los deportistas hacia la zona sensible.
El resultado es una
zona pisoteada y una presencia previsiblemente alta de curiosos sobre zonas sensibles, senderos que serán previsiblemente usados por ciclistas y motoristas y se convertirán en nuevos cauces de drenaje que iniciarán nuevos procesos erosivos.

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