La web sobre caza de torcaces www.pasapaloma.com
publicó el otoño pasado una entrevista realizada al biólogo y consultor habitual
de la Federación Gipuzkoana de Caza Antonio Bea.
(Conviene no perder de vista que Antonio Bea
ahora, según se dice en esta misma entrevista, es trabajador de la Federación
Gipuzkoana de Caza en sus instalaciones de Arkale)
http://www.pasapaloma.com/Foro/viewtopic.php?f=48&t=296Unos asertos vertidos en dicha entrevista nos mueven a formular algunas puntualizaciones.
P: ¿Qué hace que
la paloma se decida a migrar? ¿La comida, el tiempo, instinto? ¿Y por qué cada
vez más se hacen sedentarias...?
A.B.: La motivación básica es y ha sido la
disponi-bilidad de alimento y sobre todo que el medio donde residen las palomas
es muy hostil, en términos de calidad del medio, en invierno. En los últimos
años se están produciendo dos fenómenos que afectan a este instinto: el cambio
global, climático, dulcifica los inviernos en muchas zonas y la paloma
encuentra recursos suficientes para permanecer o para realizar cortos
movimientos migratorios. Y el otro fenómeno es el incremento progresivo de las
poblaciones urbanas y periurbanas, en su mayoría sedentarias, que hace que este
contingente esté “contaminando” genéticamente de alguna manera a las
poblaciones de medios silvestres.
Hay tres cuestiones a aclarar sobre estas afirmaciones.
- El carácter genético del patrón migratorio
- El uso de la palabra ‘contaminación’
- El planteamiento según el cual todas las poblaciones sedentarias son urbanas y no de medios silvestres
Con respecto al primer apartado, que el origen del cambio del patrón
migratorio de la paloma torcaz sea genético, es algo perfectamente posible, sin
duda alguna, pero afirmarlo resulta gratuito, dado que existe al menos una
explicación alternativa igualmente plausible y probable, cual es que se trate
de un comportamiento aprendido individualmente y transmitido de generación en
generación por vía cultural o imitativa, no genética. Basta con que un comportamiento
conlleve una mayor supervivencia diferencial con respecto a otros para que sea
seleccionado y prolifere, pero ello no significa que la causa de ese comportamiento
sea genética, y por lo tanto su transmisión también. La selección natural opera
también sobre rasgos no genéticos, como es bien sabido. Basta con que sean
transmisibles de generación en generación.
Con respecto al uso del término ‘contaminación’, de claro deje semántico
negativo, hace que se plantee la cuestión en términos de ‘población incólume’,
prístina y pura, y por lo tanto deseable, y ‘población contaminada’ y por lo
tanto a combatir, regular o intervenir... El oyente o lector no prevenido
tendería a identificar como poblaciones incólumes aquéllas no urbanas y sí migratorias,
y como ‘contaminadas’ a las poblaciones urbanas y a las sedentarias. Creemos
que tal enfoque no resulta admisible, aun cuando el medio en el que se haya
difundido sea informal, ya que induce a una percepción equivocada, aunque muy
cómoda de manejar en términos de ‘buenos’ y ‘malos’. No; en las torcaces todos
los comportamientos son igualmente ‘legítimos’ o ‘admisibles’ (es difícil dar
con la palabra adecuada), y por lo tanto no cabe hablar de ‘contaminación’,
sino de fenómenos desprovistos de valoración moral, como ‘expansión’, ‘sustitución’,
‘introgresión’, ‘proliferación…’ De hecho, es probable que la sedentarización progresiva
haya sido seleccionada naturalmente de forma paralela al cambio climático y sea
una forma de adaptarse al mismo. ¡Bendita contaminación!
Ese mismo panorama tan artificialmente simplificado, además, oculta y
disimula el hecho, quizás molesto, de que, además de poblaciones sedentarias urbanas
y poblaciones migratorias de medios seminaturales y naturales, existen
poblaciones sedentarias en medios naturales (sin ir más lejos, la mayor parte
de las poblaciones británica e irlandesa y buena parte de las francesas,
alemanas, centroeuropeas). No nos consta la existencia de aves urbanas migratorias.
Para terminar, con respecto a la existencia de una población sedentaria en Euskal
Herria, no quisiéramos dejar de señalar las ventajas que este hecho supone para
los cazadores: hemos sido testigos repetidamente de que estas palomas funcionan como cimbeles
y hacen descender a los bandos de migrantes. Esto lo hemos visto hasta en
grandes urbes, en Donostia sin ir más lejos: las palomas locales de Torre
Satrustegi, una docena larga, han sido capaces de hacer posarse a un bando de
varios cientos de torcaces migrantes en los jardines de la finca, al mejor
estilo landés. ¿Cuánto estarían dispuestos a pagar los cazadores de palomas en
puesto por un servicio así? Pues que sepan que esto es posible gracias a que en
los últimos años han aumentado las poblaciones sedentarias (¡no sólo urbanas,
eh! También en medios rurales) porque, entre otros motivos, ya no se cazan
torcaces en primavera, en contrapasa, período en el que caían numerosas aves
locales.
De manera que, también desde el punto de vista del interés de los
cazadores, existen sobrados motivos para a) dejar de promover la prórroga
de la temporada en febrero y b) dejar como estaba la fecha de apertura de la
temporada, en octubre, eliminando el absurdo adelanto a septiembre que se
ordenó en su día (para ‘compensar’ le eliminación de la caza en contrapasa), y
que explota nuestra población local, no la de pase, y para más inri cuando
algunas aún están criando.
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