2015-02-24

La regulación de la caza, ¿en manos de abogados?

Un abogado asesor del lobby cartuchero ha escrito este artículo en Desveda:




No hay como un abogado más listo que la media para liar la manta y marear la perdiz. En este caso, la paloma. 

Cuando un asesor jurídico de una federación de caza se cae del guindo y descubre la pólvora con seiscientos años de retraso, anuncia alborozado que “no existe inconveniente legal alguno para (…) autorizar la totalidad del mes de febrero como período hábil para la caza de paloma torcaz desde puesto fijo; bastará para ello que se esté en disposición de justificar con suficiente solidez técnico-científica que en el mes de febrero esta especie ni está en celo ni reproducción (sic!), ni tampoco está realizando el trayecto de regreso a su lugar de nidificación.


ADECAP y la ONC pretenden que es legítimo homogeneizar (ellos le dicen ‘armonizar’) la normativa de caza en todo el territorio del estado. Lo sería si efectivamente las circunstancias de las poblaciones de las especies objeto de caza fueran iguales en Badajoz que en Etxalar. Cualquiera que sepa un poco de naturaleza en la península sabe que esa premisa básica no se verifica en absoluto, así sea únicamente por el calendario fenológico. Llevando al extremo el argumento de estos lumbreras, sería legítimo establecer los mismos períodos en Laponia que en Andalucía.


Desconocemos qué pasa exactamente en Extremadura, aunque lo intuyamos. Por eso nos centraremos en Gipuzkoa y Bizkaia. 


El autor del artículo sostiene que en Gipuzkoa y Bizkaia se puede cazar en febrero palomas invernantes, no en migración, en puestos fijos. ¡Habrá que ver qué cazador hace tal cosa! Las palomas invernantes en nuestro territorio, por otra parte escasísimas, son en su mayor parte las sedentarias, las pocas que crían entre nosotros y pasan todo el año aquí, sin manifestar comportamientos migratorios. Se distribuyen por la zona de campiña. No se les ha perdido nada en los altos y no los frecuentan. Si alguien quisiera cazarlas activamente, lo último que haría es quedarse quieto en un puesto, alejado de las zonas frecuentadas por las palomas y menos pagando.


Los propios cazadores ¬–muchos de ellos naturalistas–, los etnógrafos y geógrafos y divulgadores en general se han hartado de explicarnos por qué están los puestos palomeros vascos donde están, alineados con los cordales montañosos, concentrados en los collados y pasos: para aprovechar que los flujos migratorios, como resultado del esfuerzo de las aves por economizar energía, se concentran en ellos. Si no hay un flujo migratorio concentrado, no hay línea de puestos. Esto lo sabe hasta el que asó la manteca, no así el autor del artículo. Parece que se ha obcecado con los puestos de espera a la entrada de los bebederos donde se las caza en el sur, aprovechando movimientos locales diarios, no migratorios. Aquí no hay bebederos que merezcan tal nombre y que concentren aves visiblemente: sobra agua y las palomas la tienen a mano a una distancia mínima.


Pero ni en Gipuzkoa ni en Bizkaia hay puestos palomeros en el fondo de un valle, ni en el llano. Todos se disponen según la orografía del lugar, en los cordales, concentrados alrededor de los collados. Los mejores, en los cordales principales que mejor interceptan el flujo general. Los medianos, en cordales secundarios. Panorama que en función del viento dominante y las circunstancias particulares de una jornada dada, que desvían los flujos –por ejemplo, hacia la costa–, puede cambiar notablemente y dar alegrías a unos y causar pesares a otros. Cazar desde puesto, aquí, es sinónimo de cazar en pase, sea otoñal, sea primaveral.


Las líneas de puestos que se pretende autorizar para la caza en contrapasa siguen este esquema, aunque limitado a algunas comarcas costeras. No hay puestos de contrapasa en el fondo del valle, porque allí, sencillamente, las pocas palomas que invernan aquí no se concentran lo suficiente como para que merezca la pena esperarlas. Lo único que justifica pagar por un puesto y esperar en él a las palomas es la previsibilidad de la presencia de piezas, y esa previsibilidad, en la zona costera de Gipuzkoa y Bizkaia y en febrero, solo la proporciona la migración, no la invernada. Máxime cuando es sabido que, en comparación con el pase postnupcial u otoñal, el pase primaveral es, por una parte, de un volumen notablemente menor (alrededor de una tercera parte, pues la población sufre una fuerte mortalidad invernal), y además mucho más disperso, tanto en el espacio como en el tiempo.


De manera que si en Gipuzkoa y Bizkaia se dispara en febrero a torcaces desde puesto, se dispara en contrapasa, diga lo que diga el jurista. NO HAY OTRA.

PD: llevamos quince días oyendo y observando comportamientos amatorios en nuestras pocas torcaces sedentarias. Es decir, ya están en época de reproducción a 43° N. En Extremadura no van precisamente más retrasadas, al contrario.