Gipuzkoako 17 elkarte
naturalista, kontserbazionista eta ekologistak lurraldean ehiza kudeatzeko
moduari buruzko dokumentu monografiko bat prestatu eta Foru Aldundiari aurkeztu
diote.Gaur egungo egoeraren eta horrek
espezie basatiei egiten dien eraginaren analisi zabala egin dute bertan, eta
horretan oinarrituta ehiza eta naturaren kontserbazioa bateragarri egiteko
hainbat proposamen, arau-mailakoak eta antolamendu-mailakoak, egin diote
Aldundiari, betiere kontserbazioa lehenetsita.
Talde horien ordezkaritza bat,
Itsas Enara Ornitologia Elkartea buru dutela, Aldundiko Landa Garapeneko
Departamentuko teknikariekin eta arduradun politikoekin bilduko da aurki,
dokumentuaren edukiaren inguruan jarduteko.
Talde hauek sinatu dute
dokumentua:Itsas Enara Ornitologia
Elkartea, Arkamurka Natur Elkartea, Eguzki, Ekologistak Martxan, Herrio Natur
Taldea, Zumaia Natur Taldea, Ugatza Ornitologi Elkartea, Ondarroa 12 milia, Katamarrua - Zestoako Natur Taldea, Berdeak, Erkaxo
Azpeitiako Natur Taldea, Haritzalde, Landarlan Natur Elkartea, Mutriku Natur
taldea, Okil Beltza, Elgoibarko Natur Taldea eta Osina Natur Taldea.
Un total de 17 asociaciones
naturalistas, conservacionistas y ecologistas de Gipuzkoa han redactado y
presentado ante la Diputación Foral de Gipuzkoa un documento monográfico sobre
la gestión de la caza en el territorio. En el mismo realizan un amplio análisis
de la situación actual y de sus implicaciones para la conservación de las
especies silvestres, y plantean una serie de propuestas normativas y
organizativas orientadas a compatibilizar el ejercicio de la caza con la
conservación de la naturaleza, priorizando en todo momento la segunda sobre la
primera.
En fechas próximas, una
representación de los mismos, encabezada por Itsas Enara Ornitologia Elkartea,
se va a entrevistar con los técnicos y responsables políticos del departamento
foral del área para debatir sobre el contenido del mismo.
Cuenta la leyenda que el Señor castigó a Mateotxistu por su desmedida afición a la caza. Mateotxistu era un cura de la ermita del Kolitza, que cazaba con ahínco y afán, oficiando misa con la escopeta escondida detrás del altar y el perro atado en la sacristía. Hubo un día que se encontraba a punto de consagrar cuando escuchó a su perro ladrar porque había aventado una liebre. Abandonó la hostia levantada hacia el cielo y a la feligresía y salió corriendo con la escopeta soltando al perro. Ante tanto desatino Dios se enfadó y lo castigó obligándolo a vagar siempre detrás de una liebre veloz silbando a su perro. Dicen que las noches frías de invierno entre la tormenta se escucha todavía el silbido de Mateotxistu llamando a su perro que continúa persiguiendo por toda la eternidad a la liebre (e imagino que a la becada a la espera).
Ni somos curas, ni somos cazadores, pero se puede decir que con nuestra desmedida afición a las aves habríamos podido sufrir un castigo similar.
Un fin de semana completo, salida en barco para ver aves marinas y horas intensivas en el delta hasta que los mosquitos y la falta de luz transformaran el medio en condiciones infrahumanas.
La llegada a la vieja ciudad romana de Tarraco Nova el viernes por la tarde, con hambre lobuna, nos hizo buscar con rapidez algún lugar donde cenar. Como los hombres de Odiseo preparamos holocaustos a Poseidon antes de hacernos a la mar al día siguiente, pidiéndole una mar propicia e infinidad de avistamientos. Sacrificamos conejos para hacerlos a la parrilla, cabras para los rulos de queso de cabra de las ensaladas, terneros para el quitahambres que algunos pidieron, ofreciendo las partes más sabrosas de nuestros platos a todos los dioses del Mediterraneo. Y todo ello regado con caldos de la tierra.
Grupo de flamencos (Phoenicopterus ruber) en el Delta. Autor: Josemari Gimón
La mayoría dormimos como benditos, pero a los que les tocó la segunda planta de la posada donde dimos a caer, pasaron una noche perseguidos por los gritos de las tres Erinias que corrían por los pasillos, aunque algunos más que Erinias, por su habla pensamos que serían las tres Normas (Uror, Veroandi y Skuld), escapadas de sus helados países.
La mañana del sábado surgió esplendorosa, con una mar completamente en calma, un lago no tiene menos olas. Los holocaustos debieron de ser del gusto de los dioses. En el puerto nos estaba esperando nuestra anfitriona y antigua tesorera de Itsas Enara, Matxalen, con el barco preparado y toda la gente ávida de hacerse a la mar.
Gaviota de Audouin (Larus audouinii) en Tarragona. Autor Héctor González
Dos bidones de anchoa y sardina prometían una buena jornada de avistamientos. En el mismo puerto empezaron a seguirnos las primeras gaviotas de Audouin (Larus audouinii) que no nos abandonarían en toda la singladura. También los primeros charranes patinegros (Sterna sandwicensis) que delataron su presencia con los agudos y característicos chasquidos que esta especie emite.
Al poco rato de abandonar el puerto comenzamos a ver alguna gaviota cabecinegra (Larus melanocephalus) y llegaron las primeras pardelas baleares (Puffinus mauretanicus) que no nos abandonarían en todo el viaje.
Pardela balear (Puffinus mauretanicus) en Tarragona. Autor: Héctor González
La mar en calma, sin la más mínima ondulación con un sol ya veraniego, hacía de la masa de agua un espejo en el que se reflejaban perfectamente las pardelas. Y cuando estas se acercaban rasantes sobre el agua dibujaban una línea cada vez que con la punta de las alas o con las patas rozaban la superficie del mar. Igualmente los paiños europeos (Hydrobates pelagicus) que se acercaban al barco pero mantenían una distancia prudencial de las gaviotas y de los págalos.
Págalo grande (Catharacta skua) en Tarragona. Autor: Héctor González
De vez en cuando hacían su aparición los págalos grandes (Catharacta skua), entraban por una borda del barco y todas las aves marinas que nos seguían, pardelas, paiños y gaviotas huían despavoridas por la borda contraria. Algo muy parecido a los juegos con imanes en los que cargas magnéticas del mismo signo se repelen entre sí.
Pardela balear (Puffinus mauretanicus) en Tarragona. Autora Carmen González
En algún momento cruzaba algún solitario alcatraz (Morus bassanus) la estela del barco sin prestar gran atención al mismo, a diferencia de lo que hemos observado en el Cantábrico, que también siguen a las embarcaciones. Y en otro instante un grupo de delfines listados (Stenella coeruleoalba) se dejaba ver con bastante claridad, cerca del barco, realizando sus cabriolas y evoluciones buceadoras gracias a las trasparencias del mar, que esté día parecía haberse vestido con el sútil y libiano atuendo de una vestal. La guinda a la salida la puso un pez espada qué se alejó dando saltos y algún cardumen de atunes.
Avetorillo común (Ixobrichus minutus) en el Delta. Autor: Josemari Gimón
Al volver a puerto nuestros anfitriones nos invitaron a tomar unas cervezas y comentar las anécdotas del día con una jarra en las manos. Pero nuestro afán ornítico era tal que aún a riesgo de parecer descorteses volamos al Delta del Ebro tomando posesión de los bungalows que nos iban a servir de refugio y saliendo rápidamente a ver aves. Empezamos con una buena observación, andarríos bastardo (Tringa glareola), para continuar con calamones (Porphyrio porphyrio), avetorillo (Ixobrichus minutus), cigüeñuelas (Himantopus himantopus), avocetas (Recurvirostra avosetta), fumareles cariblancos (Chlidonias hibridus), charranes comunes (Sterna hirundo) y flamencos (Phoenicopterus roseus), todo ello desde el observatorio de la finca experimental Riet Vell.
Calamón común (Porphyrio porphyrio) en el Delta alimentando sus pollos. Autor: Josemari Gimón
Garcilla cangrejera (Ardeola ralloides) en el Delta. Autor: Josemari Gimón
Al atardecer acudimos a los observatorios de la laguna de la Encanyissada y el del pont del Través. Por el camino hacia ellos fuimos haciendo paradas, desgranando las observaciones de aves de este rico humedal.
Los primeros, los chorlitejos patinegros (Charadrius alexandrinus), los machos con sus brillantes colores ocres de la cabeza y la hembra más discreta que protegía una pareja de pollitos. Las garcillas cangrejeras (Ardeola ralloides), las primeras canasteras (Glareola pratincola) que con los nervios algunos no fueron capaces de enfocar sus prismáticos antes que se fueran volando. Aunque al día siguiente tendríamos la oportunidad de verlas a placer, posadas y en vuelo. El recorrido se fue transformando en un auténtico disparate, como le gusta decir a Javi, pagazas piquirrojas (Sterna caspia) y piconegras (Sterna nilotica), hasta acabar en un aguazo viendo un grupo de gaviotas picofinas (Larus genei), que con el sol del atardecer que les pegaba tenían un precioso pecho rosado.
Canastera (Glareola pratincola) en el Delta. Autor Josemari Gimón
Desde los observatorios de la Encanyissada estudiamos los reclamos de los insectívoros estivales, carriceros tordales (Acrocephalus arundinaceus), carriceros comunes (Acrocephalus scirpaceus), buscarlas unicolores (Locustella luscinioides), y otros paseriformes como los escribanos palustres (Emberiza schoeniclus). Aunque las acuáticas seguíen siendo reinas del lugar, muchos patos colorados (Netta rufina), algunos tarros blancos (Tadorna tadorna), calamones (Porphyrio porphyrio) devorando el carrizo y los dormideros de ardeidas, martinetes (Nycticorax nycticorax), garcillas bueyeras (Bubulcus ibis) y cangrejeras (Ardeola ralloides), garcetas comunes (Egretta garzetta), garcetas grandes (Egretta alba), garzas imperiales (Ardea purpurea) y garzas reales (Ardea cinerea). Y como no, pasó una gaviota sombría (Larus fuscus) y los que fuimos sabemos por qué es necesario recalcarlo.
Carricero tordal (Acrocephalus arundinaceus) en el Delta. Autor: Josemari Gimón
La falta de luz y sobre todo los miles de mosquitos con ansias de beberse nuestra sangre nos hicieron buscar refugio entre paellas y vinos blancos. Probamos tres o cuatro tipos de arroces y fideuas, y trasegamos las necesarias botellas de blanco para empujarlo. Y raudos a dormir porque a la mañana siguiente tocaba madrugar para aprovechar lo que quedaba de día en el delta.
Salimos sin desayunar, aunque a los más apañados nos dio tiempo a prepararnos un british tea, y es que en esto de la ornitología también hay gentlemen y en particular tuvimos la suerte de caer los cuatro hiperactivos en el mismo coche, para tranquilidad del resto del grupo. Fue sin duda la mañana de las canasteras (Glareola platincora). ¡Otro disparate!, las canasteras volando alrededor nuestro, posándose delante y haciendo las delicias de Josemari Gimón y su cámara así como de los que las observábamos. Fue desgranando la mañana sus horas sin darnos prisa por volver a desayunar unas tostadas y cafés que nos prepararon dos mesoneras de pechos generosos.
Canastera (Glareola pratincola) en el Delta. Autor: Héctor González
El final de la jornada no podía terminar sin ver moritos (Plegadis falcinellus). Se hicieron de rogar, pero al final apareció el primer morito y algunas espátulas (Platalea leucorodia). Y finalmente el baño iniciático en el Mediterráneo, donde las chicas lucieron sus carnes para solaz de los seres marinos que las acogieron en su seno, aunque alguna medusa traicionera hiciera alguna trastada. Los que en cambio cargamos carnes tolendas decidimos permanecer ocultos en nuestros ropajes .
Avetorillo común (Ixobrichus minutus) pescando cangrejos. Autor: Josemari Gimón
Avoceta expulsando una cigüeñuela de su zona de cría. Autora: Carmen González
La vuelta en coche no se podía desperdiciar y vimos algún roquero solitario para rematar el viaje. El final nos esperaba en Andoain donde cada mochuelo volvía a su olivo con mucha pena aunque regocijo por el estupendo viaje realizado, pero… unos siseos, chirridos y lamentos nos asustaron, una lechuza que a muy baja altura pasó sobre nuestro aparcamiento, y es que para ver aves, no hay tiempo que desaprovechar.
Miembros de Itsas Enara O.E. y sus invitados de honor que participaron en la excursión. Autora: Cármen González